El Jardín del Pulpo

domingo, 25 de septiembre de 2011
Felíz
Estoy TAAAAAAAAAAAAN felíz! y no sé por qué. O sea, si sé, pero no es nada en especial, son muchas cosaaas. Arhg solo quiero agarrar a alguien y abrazarlo muuy fueerteee! tengo una sonrisa que casi no entra en mi cara, y una sensación de taanto amor en mi pecho... voy a explotar de alegría. :)
viernes, 23 de septiembre de 2011
Nuevo blog
No abandonaré este totalmente, pero quiero comenzar con otro proyecto.
Quedan cordialmente invitados a mi nuevo blog: Amor, Respeto y Libertad.
El nombre es muy probable que lo cambie - si se me ocurre algo mejor -. No soy buena con esto de los nombres jaja
Quedan cordialmente invitados a mi nuevo blog: Amor, Respeto y Libertad.
El nombre es muy probable que lo cambie - si se me ocurre algo mejor -. No soy buena con esto de los nombres jaja
miércoles, 21 de septiembre de 2011
1 Año de Veganismo
Hace un año dije "no más", hace un año que no soy la causa directa de la muerte o explotación de algún otro animal. Llevo un año viviendo esta hermosa filosofía de justicia y compasión.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Quien ama no necesita perdonar (Buda)
Estaba Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra.
Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido.
Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, y les ordena a los discípulos, que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción diciéndole:
-“Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.
Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente esto de ver la unidad en todo”.
Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.
A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.
A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.
No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me acepte junto a Usted”
Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Usted es libre de quedarse con nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo”
El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:
-“Entiéndame, claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es quien puede perdonar, después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio, perdona, a aquel ignorante que le causó una herida”.
Y continuó: “No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo.Quien ama, ya no necesita perdonar.”
El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita:
-“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que usted les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y usted también va a estar contento y tranquilo por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado”
Y así fue.
Recuerda siempre:
El único que necesita perdón es el ego herido.
El ser, en su estado puro, simplemente ama. No necesita perdonar.
Del libro: "Las enseñanzas de Buda"
Me he puesto un poco floja con esto de las publicaciones, y ahora tampoco quiero escribir mucho, tengo sueño. Prometo que este fin de semana empezaré a escribir sobre el crudiveganismo y tal vez otras cosillas más.
Adió.
Adió.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Los animales, mis hermanos: por Edgar Kupfer-Koberwitz (*)
Edgar Kupfer fue
encarcelado en el campo de concentración de Dachau en 1940. En sus últimos 3
años en Dachau obtuvo un trabajo administrativo en el almacén del campo de
concentración. Esto le permitió mantener un diario secreto en pedacitos robados
de papel y trozos de lápiz. Enterró sus escritos y cuando Dachau fue liberado
el 29 de abril de 1945 los reunió de nuevo. Los "Diarios de Dachau"
se publicaron en 1956. De entre sus notas de Dachau, Kupfer escribió un ensayo
sobre vegetarianismo que se tradujo al inglés. Todavía se conserva una copia al
carbón de este ensayo de 38 páginas con los Diarios originales de Dachau en la
Colección Especial de la Biblioteca de la Universidad de Chicago.
Los animales, mis hermanos por Edgar Kupfer-Koberwitz
Las siguientes páginas fueron escritas en el Campo de Concentración de Dachau, en medio de toda clase de crueldades. Fueron garabateadas furtivamente en un hospital cuartel donde permanecí durante mi enfermedad, en un tiempo en que la Muerte nos acechaba día tras día, cuando perdimos a doce mil en cuatro meses y medio.
Querido amigo:
Querías saber por qué no como carne y te preguntas por las razones de mi comportamiento. Tal vez pienses que hice una promesa - alguna clase de penitencia - negándome los gloriosos placeres de comer carne. Recuerdas los jugosos filetes, los pescados suculentos, las maravillosas salsas, el jamón exquisitamente ahumado y mil maravillas preparadas con carne, deleitando a millares de paladares humanos; ciertamente, recordarás la exquisitez del pollo asado. Ahora que yo rechazo todo esos placeres, tú piensas que sólo la penitencia, o un voto solemne, un gran sacrificio, podría negarme esa manera de disfrutar de la vida, e inducirme a soportar tan gran renuncia.
Con aspecto asombrado, me preguntas: "Pero, ¿por qué y para qué?" Y crees que casi adivinas el auténtico motivo. Pero si ahora trato de explicarte las verdaderas razones en una breve frase, te asombrarás, una vez más, de lo lejos que se hallaba tu conjetura de mis motivos reales. Escucha lo que tengo que decirte:
- Me niego a comer animales porque no puedo alimentarme del sufrimiento y la muerte de otras criaturas. Me niego a hacerlo, porque yo mismo sufrí de una forma tan dolorosa que puedo sentir el dolor de otros al recordar mis propios sufrimientos.
- Yo me siento feliz, nadie me persigue; ¿por qué iba yo a perseguir a otros seres o a hacer que fueran perseguidos?
- Yo me siento feliz, no soy un prisionero, soy libre; ¿por qué iba yo a hacer que otras criaturas fueran apresadas y metidas en la cárcel?
- Yo me siento feliz, nadie me lastima; ¿por qué iba yo a lastimar a otras criaturas o a hacer que las lastimaran?
- Yo me siento feliz, nadie me mata; ¿por qué iba yo a herir o a matar a otras criaturas o hacer que las hiriesen o las matasen por mi placer y conveniencia?
- ¿No es sencillamente algo natural, el que yo no inflija en otras criaturas aquello que, espero y temo, nunca será infligido en mí? ¿No sería muy injusto hacer tales cosas sin otro propósito que el de gozar de un frívolo placer físico a costa del sufrimiento de otros, de la muerte de otros?
Estas criaturas son más pequeñas y más indefensas que yo, pero ¿puedes imaginar a un hombre razonable, de nobles sentimientos, que quisiera basar en tal diferencia su exigencia o derecho a abusar de la debilidad y la pequeñez de otros? ¿No crees que la obligación del más grande, el más fuerte, el superior, es la de proteger a las criaturas más débiles en vez de perseguirlas, en vez de la matarlas? "Noblesse oblige." Yo quiero actuar de una manera noble.
Recuerdo la horrible época de la inquisición, y me entristece advertir que el tiempo de los tribunales para herejes todavía no ha terminado, que día tras días, los hombres cocinan en agua hirviendo a otras criaturas que son irremediablemente entregadas a las manos de sus torturadores. Me horroriza la idea de que tales hombres son personas civilizadas, no toscos bárbaros ni nativos. Pero a pesar de todo, sólo están primitivamente civilizados, primitivamente adaptados a su entorno cultural. El europeo medio, rebosante de sabias ideas y discursos hermosos, comete, sonriente, toda clase de crueldades, no porque esté obligado a hacerlo, sino porque quiere hacerlo. No porque carezca de la facultad para rechazar y para darse cuenta de las cosas espantosas que está llevando a cabo. ¡Ah, no! Sólo porque no quieren ver los hechos. De otro modo, sus placeres les inquietarían y preocuparían.
Es muy natural lo que la gente te dice. ¿Cómo podrían hacer otra cosa? Les oigo hablar acerca de experiencias, de utilidades, y sé que consideran ciertos actos relacionados con la matanza como algo inevitable. Tal vez hayan conseguido convencerte. Lo adivino por tu carta.
Considerando sólo las necesidades, uno incluso puede, quizás, estar de acuerdo con tales personas. ¿Pero, existe realmente tal necesidad? La tesis puede ser refutada. Quizás exista todavía alguna clase de necesidad para esas personas que todavía no se han desarrollado como personalidades plenamente conscientes. Yo no les predico a ellos. Te escribo esta carta a ti, a un individuo ya despierto que controla racionalmente sus impulsos, que se siente responsable — interna y externamente — de sus actos, que sabe que nuestro tribunal supremo descansa en la conciencia. No hay jurisdicción de apelación en su contra.
¿Existe alguna necesidad por la que un hombre completamente autoconsciente pueda ser inducido a matar? Si la respuesta fuese afirmativa, cada individuo tendría el valor para hacerlo con sus propias manos. Evidentemente, es una forma miserable de cobardía pagar a otras personas por realizar el trabajo de mancharse de sangre, del que el hombre normal se abstiene lleno horror y consternación. A tales sirvientes se les da algunas monedas por su sangriento trabajo, y se les compra las partes deseadas del animal asesinado — si es posible, dispuesto de tal manera que ya no nos recuerde a las incómodas circunstancias, ni al animal, ni a que ha sido matado, ni al derramamiento de sangre.
Pienso que los hombres serán asesinados y serán torturados mientras los animales sean asesinados y torturados. También seguirá habiendo guerras. Porque el asesinato se debe entrenar y perfeccionar en objetos más pequeños, moral y técnicamente.. No veo ninguna razón para sentirse ultrajado por lo que otros hacen, ni tampoco por sus grandes ni por sus pequeños actos de violencia y de crueldad. Pero creo que es el momento de sentirnos ultrajados por todos los grandes y pequeños actos de la violencia y de crueldad que nosotros realizamos. Y dado que es mucho más fácil ganar las batallas pequeñas que las grandes, opino que primero deberíamos tratar de superar nuestra propia tendencia a la violencia y la crueldad más pequeña, para evitarlas, o mejor, para vencerlas de una vez para siempre. Entonces llegará el día en que nos resultará sencillo luchar y vencer incluso las grandes crueldades.
Pero seguimos durmiendo, todos nosotros, en hábitos y actitudes heredadas. Son como una grasienta y jugosa salsa que nos ayuda a tragar nuestras propias crueldades sin saborear su amargura.
No tengo la intención de señalar con el dedo a éste y a aquél, a personas concretas y situaciones concretas. Creo que mi deber es más bien remover mi propia conciencia en asuntos más pequeños, tratar de entender mejor a otras personas, para hacerme mejor y menos egoísta. ¿Por qué razón debería ser imposible, entonces, actuar del mismo modo con respecto a asuntos más importantes?
Esa es la cuestión: quiero crecer en un mundo mejor, en el que una ley más elevada garantice más felicidad, en un mundo nuevo donde reine el mandamiento de Dios: Amaos los unos a los otros.

Suscribirse a:
Entradas (Atom)